Análisis Electoral por Juan Pablo Luna
Fotografía Tercera Dosis
Ilustración: Leo Camus / Tercera Dosis

Tercera Dosis / 24 de noviembre 2021/ Entrevista a Juan Pablo Luna, investigador VioDemos, del Instituto Milenio Fundamentos de los Datos y académico de la Escuela de Gobierno UC.

“La candidatura de Boric debe asumirse como un liderazgo de transición” con un único y central objetivo: la instalación del nuevo régimen constitucional.  Así lo plantea el autor en este profundo y personal análisis electoral en el que se cuestiona el cliché de “hay que ir hacia el centro”, repetido por liderazgos que justamente colaboraron en despoblar ese centro. Plantea que dada la actual conformación del Congreso, si gana Boric, no podrá llevar adelante la agenda progresista que pensaba, pero todavía puede ser el líder del periodo en el que se construya otro Chile.

“Ganará el que logre conquistar el centro”. No existe cliché más repetido por estos días. Pero ¿qué es el centro? ¿Cómo pensarlo, cómo ocuparlo? ¿Dónde está el centro en el Chile actual? Comienzo por listar qué no es el centro.

En el contexto de esta elección, el centro no es la posición equidistante, en términos espaciales, en el continuo izquierda-derecha. En buena medida, seis de los siete candidatos que compitieron en primera vuelta lo hicieron desde fuera del sistema de partidos que ha gobernado Chile desde 1990 hasta ahora. Quien representaba a uno de los conglomerados históricos llegó quinta, atrás de un independiente que desde fuera derrotó a las tres organizaciones partidarias de la centroderecha. Los tres primeros representan conglomerados nuevos; dos de ellos, de corte fuertemente personalista (al igual que la candidatura de MEO y el testimonio del profesor Artés).

Para las dos candidaturas sobrevivientes, correrse al centro en el sentido tradicional, es decir, incorporando elencos partidarios zombi, hoy cuesta mucho más de lo que eventualmente vale en votos. Esos partidos, es cierto, tienen un contingente más que respetable en el Congreso y en los gobiernos locales, pero esa figuración responde más al peso de individualidades que a factores colectivos que garanticen que negociar con quien lidera legalmente a la etiqueta partidaria sirva de mucho. Buscar el centro abrazándose a esas directivas tradicionales, confiando en su capacidad de movilización electoral, es caminar hacia el abismo.

“Puede que el eventual desembarco de técnicos en una u otra candidatura tranquilice a los mercados y a la prensa tradicional. Pero tampoco traerán los votos que se necesitan.”

Las adhesiones en una elección de mal menor sin duda pueden ayudar. Pero esperar que acarreen masas de votantes que ya no estén alineados de un lado u otro es pensamiento mágico.

El centro, en un sentido posicional, tampoco está en los votantes de Parisi. El lema que se repite sin cesar en los foros y lives del Partido de la Gente es “ni de izquierda, ni de derecha”. Es el Partido de la Gente, de quienes sienten que el sistema, todo el sistema, juega en su contra y persigue y ningunea a su líder. No son de centro, son los que desafían las reglas de juego porque se sienten víctimas de la institucionalidad y de quienes creen conspiran en su contra, vulnerando y limitando su capacidad de surgir (y en un sentido más vacuo, de consumir). A corto plazo, ir a buscar esos votos, me temo, es tan difícil como poco productivo para ambos candidatos.

Tal vez algún extraviado piense que el epítome del centro lo representan Ignacio Walker, Andrés Velasco, o el conjunto de reputados y siempre prudentes tecnócratas de la plaza. Ellos no son el centro. El centro tampoco es organizar conversatorios, si ese proceso luego termina en que los mismos de siempre tomen el diagnóstico, circunscriban sus implicancias al canon y desde allí lancen propuestas de política pública para Chile.

Todas estas expresiones no son el centro, porque aunque defiendan y promuevan políticas públicas técnicamente sólidas y sustentables, representan la negación de la política. Al menos hasta ahora, han contribuido a reducir la política a la administración de preferencias pre-establecidas por parte de un elenco estable de iluminados. Deben entender que aunque hoy estén espantados por la situación del país (que sin duda es grave y muy difícil), son también responsables de haber vaciado la política de contenido durante años. Lo hicieron bloqueando sistemáticamente procesos de reforma gradual en el pasado, apostando a gobernar desde arriba, y contribuyendo mediante esa opción a montar una bomba que a todos nos estalló en la cara.

“Hoy lo más cercano al centro es el voto del Apruebo. Son aquellos que apostaron masivamente por un cambio dialogado de los parámetros que organizan la sociedad chilena”

Que no se enteren, no significa que el resto deba moverse hacia “su” centro. Nuevamente, puede que el eventual desembarco de técnicos en una u otra candidatura, porque a ambas les falta harto pulido programático, tranquilice a los mercados y a la prensa tradicional (y está claro que eso es muy relevante, dado el poder fáctico de ambos). Pero tampoco traerán los votos que se necesitan. Los votos que traen ya están bastante cuadrados.

La depreciación del dólar y la apreciación de la bolsa luego de la elección, tampoco reflejan las preferencias del centro. Esos movimientos representan la utopía de un retorno rápido, casi automático, al Chile del 17 de octubre de 2019. Por razones que a los operadores de mercado les cuesta harto internalizar, las instituciones que hacen funcionar a la sociedad y la economía requieren legitimidad social para funcionarDe triunfar un proyecto restaurador o profundizador del “modelo”, el desborde institucional y la violencia llegarán tarde o temprano.

Con sus políticas de mano dura, quienes han hecho campaña en base al latiguillo efectista de la condena a la violencia, terminarán echándole más leña al fuego. Yo también condeno la violencia, pero entiendo que lo que prometen diciendo condenarla, terminará escalándola.

El mejor testimonio de esto último lo provee la distancia entre el discurso del actual gobierno y su gestión, la que ha contribuido a profundizar la violencia y la ilegalidad, por ejemplo, en materia de seguridad pública, de política migratoria, y respecto a la situación de la Araucanía.

Para quienes diseñan campañas por aire, el centro es dar con cuñas exitosas, con memes y videos virales. Es pensar la franja. Es micro-segmentar. El centro, según esta perspectiva, es también salir de Twitter y meterse a Facebook, a Instagram, a TikTok y a YouTube. También son los que creen que la clave está en desactivar las noticias falsas con fact-checking y antídotos que circulan mucho menos que los originales. Todo esto es necesario en una campaña moderna, pero tampoco alcanza. Aún el Partido de la Gente, con su candidato fantasma y su campaña “full RRSS”, parece tener más trabajo de terreno en los sectores en los que logró traccionar más votos que los partidos con que compitió. En el norte, los activistas del PDG desarrollaron, durante estos últimos años, vínculos con organizaciones territoriales y funcionales en los distritos donde votaron mejor (por ej., en ollas comunes y en complejos mineros).

La ilusión de la derecha liberal tampoco es el centro. Por un lado, a los liberales más puros no les ha ido bien con el proyecto, aún cuando lo hayan intentado en múltiples formatos e iniciativas. No cunde. Es un proyecto de una elite intelectual desconectada del Chile real.Por otro lado, EVOPOLI, fundada como un proyecto de derecha liberal, ante cada instancia decisiva en que ha podido optar por romper con la derecha “cavernaria” (Vargas Llosa dixit) incurriendo en costos a corto plazo para fundamentar el crecimiento de ese espacio a mediano y largo plazo, siempre ha optado por volver a la casa de sus padres.

“De triunfar un proyecto restaurador o profundizador del “modelo”, el desborde institucional y la violencia llegarán tarde o temprano.”

El centro no lo refleja, tampoco, la oposición liviana entre democracia (o libertad) y comunismo. Como alguien que vivió su niñez bajo una dictadura, como migrante, como padre de una hija adolescente y de un hijo con curiosidad por la política y lo público, como hijo del patriarcado en intento inacabado de deconstrucción, como académico, como alguien que durante los últimos años ha intentado entender cómo funciona el narco y el crimen organizado en Chile, confieso que me asustan mucho más la democracia y las libertades que prometen venir a salvar, que el peso del Partido Comunista en un gobierno encabezado por Gabriel Boric.

La coalición hoy encabezada por José Antonio Kast, por lo demás, tiene prontuario en Chile (no en Nicaragua, Cuba, Corea del Norte o Venezuela). Algunos estuvieron entre quienes suprimieron con violencia todas las libertades para privilegiar la libertad económica (y otros varios todavía los reivindican). Si no fuera tan peligroso, el contraste entre sus trayectorias personales (pienso en ideólogos del Partido Republicano como Sergio Melnick, por ejemplo) y las gárgaras que hoy hacen con la violencia sería digno de una humorada. A pesar de todo esto, tampoco funciona retrucarles desde arriba con la díada democracia vs. fascismo. Eso no prende, porque es etéreo, y porque rápidamente fueron “normalizados”, entre otros, por el pragmatismo miope de sus socios de segunda vuelta.

El centro tampoco es, ni de cerca, el movimiento estudiantil de 2011 y su elenco de liderazgos y activistas. En su discurso el día de la elección Gabriel Boric no le habló al centro sino a los propios. A los convencidos. Con eso tampoco se ganarán los votos necesarios, como no se ganaron adhesiones significativas entre la primaria de Apruebo Dignidad y la primera vuelta. En estricto rigor, la hoy estrangulada “derecha social” es mucho más centro que ese elenco y aquella narrativa. Nada refleja mejor sus limitaciones que un mensaje que vi pasar estos días en redes sociales: “Más CAE, menos Becas Chile”. Su equivalente en el lenguaje de la campaña es el “bajarse del árbol” para salir a conocer Chile.

“Aunque parezca difícil, ganar la elección es hoy la tarea más fácil entre las que tenemos por delante como centro.”

¿Dónde está entonces el centro? El centro es lo que los políticos chilenos no pueden concebir, porque no lo conocen. Porque han contribuido a desmovilizarlo durante décadas. El centro es el abajo. Es una ciudadanía compleja, contradictoria, profundamente segmentada y fragmentada en sus preferencias. Es una ciudadanía quebrada en sus lógicas de acción colectiva, individualista, desorganizada, desapegada, no militante. El centro es lo que el modelo y sus impulsores (hoy nostálgicos de aquello que creyeron era centro) destruyeron y desarticularon.

Es por esa razón que la polarización a la que hoy asistimos en el mundo político tiene causas más estructurales que contingentes. Es decir, la polarización no resulta de la irrupción de liderazgos radicales sino que es resultado y reacción a las pifias hasta hace poco ocultas del sistema político tradicional. Y esa polarización a la que asistimos en la campaña no se condice con polarización a nivel social. La gente está tostada, pero no polarizada. ¿Cómo explicar sino que ante la “elección más importante de las últimas décadas”, más del 50% de la ciudadanía se haya quedado en la casa?

¿De dónde sacar votos en este contexto? ¿Y cómo hacerlo en tres semanas? Si bien las circunstancias son adversas y la capacidad de agencia es limitada, hay en la posibilidad de un desenlace trágico (la deriva autoritaria o una nueva escalada de violencia) un germen para la movilización electoral de algunos de quienes se quedaron en la casa el domingo pasado.

“La candidatura de Apruebo Dignidad debe asumirse hoy como un liderazgo de transición, hacia el nuevo régimen constitucional y hacia un nuevo pacto social”.

En mi opinión y desde el pragmatismo que impone la circunstancia, hoy lo más cercano al centro es el voto del Apruebo. Son aquellos que apostaron masivamente por un cambio dialogado de los parámetros que organizan la sociedad chilena. Y son también quienes han ido perdiendo confianza y optimismo respecto al proceso constituyente en estos últimos meses. Hoy, la suerte del proceso constituyente así como el resultado de la elección, dependen de recuperar aquella esperanza y de traducirla en votos. Con autonomía respecto al poder constituido, con realismo respecto a su situación actual, la Convención Constituyente también debe hacer lo suyo, abandonando la estridencia y los excesos identitarios, para generar un texto en que todos se sientan incorporados.

Por las características del liderazgo político que hoy tenemos, en función de la trayectoria del sistema político chileno, hoy el centro no se puede articular ni movilizar desde arriba. El centro debe desbordar a su candidatura y a su comando. Debe organizarse autónomamente para movilizar adhesiones fuera de la burbuja de cada cual. En lugar de esperar gestos, giros, adhesiones, propuestas programáticas, instrucciones desde el comando, etc., el centro debe mostrarle el camino a sus liderazgos. Debe aterrizarlos, debe “moderarlos” con sus matices y complejidades, debe traducir los mensajes de sus erráticas vocerías al lenguaje del abajo, a quien sí se le va la vida en esta elección. El centro debe darle viabilidad a programas que son hoy irrealizables (o por falta de sustento técnico, o por falta de bancada legislativa).

La candidatura de Apruebo Dignidad debe asumirse hoy como un liderazgo de transición, hacia el nuevo régimen constitucional y hacia un nuevo pacto social. Su plan de gobierno deberá enfocarse en garantizar la autonomía y el éxito del proceso constituyente. Deberá asumir que necesita restablecer el orden, además de abrirse a dialogar ampliamente sobre cómo complementar el cambio de reglas y sustentarlo en base a un nuevo pacto social.

El discurso de Gabriel Boric ante la ENADE constituye un gesto en el sentido correcto, hacia quienes deberán entender que no hay institucionalidad (ni sistema represivo) que aguante sin un nuevo modelo que contribuya a reconciliar el crecimiento económico con derechos sociales básicos de los menos privilegiados y con la sustentabilidad medioambiental. En ese sentido, la principal virtud del liderazgo de Apruebo Dignidad no está en su programa ni en el detalle de propuestas de política pública que deberán ser negociadas y reestructuradas. Su firma del acuerdo del 15 de noviembre, en contra de su partido y de la intransigencia del Partido Comunista, reflejan un compromiso con la democracia y una apertura al diálogo que ha ratificado sistemáticamente durante esta campaña.

Como sociedad, para salir airosos de este entuerto, la articulación del centro debe exceder además la movilización electoral. Porque, aunque parezca difícil, ganar la elección es hoy la tarea más fácil entre las que tenemos por delante como centro. Habrá que sostener un gobierno en el que se cometerán muchos errores, en el que habrá mucha improvisación, en que deberán enfrentarse operaciones sistemáticas de los fácticos, en que la estrechez fiscal se profundizará. No será hermoso.Y por eso mismo, deberemos sostener y profundizar la articulación política del centro. La organización del sentido común, mediante la construcción política de nuevos sentidos que escapan a lo que hoy puede ofrecer nuestra candidatura en su expresión meramente institucional y partidaria.

“En esta coyuntura, tomar palco o criticar sin aportar, equivale a ser cómplice pasivo de una deriva autoritaria”.

Como estructuralista me cuesta ceder ante el voluntarismo de la agencia. Pero en esta coyuntura, siento que tomar palco, o criticar sin aportar, equivale a ser cómplice pasivo de una deriva autoritaria y de nuevos episodios de violencia que vendrán de la mano de quien hoy nos promete, desde la buena onda y la convicción de quien desconoce la complejidad del momento, “que todo va a estar bien”.

No es garantía de nada, se van a equivocar harto, pero hay que intentar apuntalar esta opción. Aunque a Apruebo Dignidad como fuerza política tal vez le convenga perder esta elección (la tesis Ibáñez a la inversa), a todo el resto –aún a quienes hoy ven en José Antonio Kast a un salvador– nos va el futuro en que logren ganar la presidencial. Siento que debemos intentar aportar antes y después de la elección. Por eso, yo voto Boric y me organizo.

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