la visitaLA VISITA es un esfuerzo por conocer la cárcel, respetando la intimidad de su dinámica, más allá de sus muros. La iniciativa creativa invita al público a observar la instancia de la visita carcelaria desde la óptica de cuatro mujeres: parejas, madres, hijas y sobrinas de presos que trabajaron por más de seis meses en colaboración con un grupo de antropólogas, antropólogos y artistas, recorriendo los circuitos entre la cárcel, sus barrios y hogares, registrando los sonidos de esta andanza sobre los que cuales se crearon ambientes y paisajes sonoros.

En la siguiente entrevista, Ángel Aedo comenta más acerca de la investigación que decantó en el proyecto La Visita.

¿Cómo surge este proyecto de investigación?

El tema de estudiar familias de personas privadas de libertad partió el 2017 con un Fondecyt de iniciación. Allí conocí a una de las mujeres que protagoniza La Visita, Carolina Palomera, quien ejecutó un rol en la producción de la obra, como investigadora y coordinadora de terreno. Actualmente ejecuto un Fondecyt regular sobre familias de personas recluidas a punto de cumplir su condena y jóvenes en conflicto con la justicia. Mi vínculo viene de atrás y se basó en la creación de confianza con familias que han sido afectadas por la cárcel.

Como investigador, asumía que la cárcel se vivía también fuera de ella, pero no lo tenía tan claramente formulado. El proceso de trabajo nos hizo darnos cuenta de que la experiencia de la cárcel no se termina en los muros de la prisión; una cosa es la institución penitenciaria y otra es la carcelaridad. Lo que La Visita estudia casi sin pensarlo se emplaza en un campo liminar que derrumba la manera en que entendemos la cárcel limitada a sus muros y barrotes. Al mismo tiempo, se derrumba la idea de que hay un interior y exterior a la cárcel. Es algo que lo había asumido no del todo, y eso se hizo visible en que nunca entramos a la cárcel y no obstante nunca dejamos de hablar de ella.

La cárcel es un proceso donde alguien, algún miembro de la familia estuvo en ella, pero también son grupos familiares completos los que han estado y siguen en permanente relación con el estado punitivo. Es algo así como la estela que deja un barco a su paso. Es una experiencia que puede transmitirse a través de generaciones. No se vive como un accidente, se incrusta en la vida cotidiana de familias y barrios. Muchos de ellos no han cometido delitos, hay enormes deformaciones. La cárcel no representa por igual a la sociedad; tenemos casi siempre en ellas a personas que han sufrido marginación, abandono familiar, una violencia vivida en su infancia, falta de oportunidades. En general, se insiste en que la institución del encierro no cumple su objetivo y que la reinserción fracasa.

El castigo, el hacer pagar, afecta a muchas personas que no han cometido ilícito, toda la red familiar se ve mermada en términos económicos evidenciando un desequilibro de género, ya que el 90% de hombres están encerrados y las mujeres deben asumir la administración completa de los hogares. Son adultos jóvenes en su etapa más productiva. En una sociedad en la que la mayoría de las personas viven precarizadamente, si extraes a un miembro fundamental de la familia se potencia el desplome. Lo que se muestra en los testimonios es una violencia estructural y un peso enorme más allá del que ya se ejerce contra personas de bajos ingresos en barrios de mala infraestructura y marginalidad; este peso cae sobre los hombros de mujeres. No hay competencias educaciones ni recursos para soportar la permanencia de la cohesión familiar. El Estado requiere, en favor de las políticas de seguridad, que las familias permanezcan unidas sino la amenaza al orden sería aún mayor.

¿Cómo llegaste a las familias con las que has trabajado?

Llegué a ellas a través de un programa que tiene como objetivo la prevención del delito y de la violencia doméstica, dirigido a familias de personas privadas de libertad, con foco en mujeres y cuidadoras. Su objetivo es buscar cómo desde la intervención pública mantener cohesionadas a esas familias, propósito que se expresa a través de instrumentos de apoyo más bien débiles: prevención, orientaciones sobre cómo educar a los hijos, microemprendimientos para paliar la falta de fuentes económicas, cosas como vender sopaipillas o repostería, acciones muy precarias y difíciles de sostener.

¿Por qué te interesó investigar esta temática?

La cárcel es en general algo que desde el punto de vista de las Ciencias Sociales se conoce poco, porque la sociedad no quiere saber mucho qué ocurre más allá de los muros de la cárcel. Es muy poco lo que la opinión pública se interesa e involucra, no es por azar que sea pensada como la sombra de la sociedad. Esta idea y metáfora es bien ilustrativa porque no hay mucha voluntad por arrojar luz. Poco sabemos de los costos de la prisión para las redes de parentesco de quienes han estado en prisión. Como investigador consideré necesario estudiarlo. Llegué a las familias y elaboré un proyecto y me di cuenta de que eran mujeres jefas de familia quienes recibían el mayor impacto. Esta feminización de la cárcel fuera de sus muros es notable por la simetría.

¿Cómo se desarrolló el proyecto de La Visita?

Fue un trabajo colectivo. Junto con las colaboradoras nos situamos frente a la producción sin tener claro hacia dónde íbamos. Más allá del resultado, lo importante es hasta ahora todo el camino que hicimos juntos y que me habló de varias cosas muy valiosas, como producir algo en común. En particular las colaboradoras asumieron un rol que se les hizo saber desde el principio, ellas entendieron que iban a ser investigadoras de terreno que tenían a su vez una coordinadora cargo: Carolina.  Este grupo poseía un perfil de informante, pero con dimensiones de analistas e investigadoras, entendiendo que era un desafío el producir algo nuevo con sus vivencias Caro me ayudó a encontrar al resto de las mujeres que participaron en el proyecto.

Después, se incorporó el equipo de artistas que fue armando los paisajes sonoros basados en los registros captados. En plena pandemia nos encontrábamos en parques y plazas. Ellas estaban fascinadas de salir por un rato de sus casas para trabajar en el proyecto: debían sacar fotos, hacer registros en Excel, asumiéndose como investigadoras en terreno. Pudieron darse cuenta de las experiencias de cada una de ellas y de que la cárcel produce una fuerte segregación social y espacial. Ellas se encontraron en un diálogo en términos no peyorativos.

¿En qué momento surge la posibilidad de hacer una extensión artística?

Al ingresar a las familias, se ingresa a una atmósfera y muy poco de esto se traduce en artículos. En particular es extrapolable a otros escenarios etnográficos. La etnografía es una aproximación que pone nuestros cuerpos con toda su dimensión afectiva y sensorial y que nos permite llegar a tomar conciencia de que conocemos no necesariamente siendo conscientes. Cuando transcribí los audios, sentí que se perdía muchísimo, había información, claro, pero se extraviaban los tonos de voz, por ejemplo. Pensé que era importante proteger el paisaje sonoro como insumo clave para la generación de atmósferas. Los registros del proyecto van desde el exterior, una zona puente liminal, y en el interior donde fue muy difícil registrar ya que no conseguimos permisos de gendarmería. Sin embargo, las colaboradores se las arreglaron para pedirles a sus parientes registros subyacentes, capturas de campos sonoros al interior del presidio desde el criterio de los reclusos, protestas por cortes de agua o luz y otros que ellos determinaron.

Logramos tener acceso a una aproximación cotidiana y menos excepcional a partir de los recursos menos frecuentes de la cárcel, acercándonos desde lo doméstico, lo que es consistente con nuestro enfoque y busca interpelar a otras audiencias en que a lo mejor la cárcel no está tan lejos de su vida doméstica. En el fondo, de lo que hablan los registros es de vidas familiares esforzadas que viven muchas otras familias, creando un umbral de interpelación a lo público como el horizonte final y potencial mayor: arrojar luz en este territorio tan oscurecido estructuralmente.

¿Cuáles son los siguiente pasos?

Estamos trabajando en un libro gráfico, una especia de cómic para adultos con la finalidad de llegar a otros públicos. Hay un potencial en muchos trabajos académicos, pero sus modos de producción solo apuntan al ámbito académico, pares de revisores, estudiantes. Así, buscamos salir con este conocimiento, donde el aprendizaje se desarrolle en paralelo con formas de traducir a otros soportes. Estamos diseñando una obra que hable con dibujos y no palabras. Es un desafío construir un guion que traduzca en lenguaje visual lo vivido y registrado por escrito.

Lee la entrevista sobre LA VISITA en Antropología UC.