Juventud y pasado reciente en Chile: una perspectiva familiar, fragmentada y cotidiana
Fotografía OvalleHoy

En Chile, las políticas de memoria han sido estudiadas desde las ciencias sociales principalmente a partir de acciones e iniciativas inscritas en espacios político-institucionales, concluyendo -en términos generales- que abogan por el olvido, el perdón, la reconciliación o la impunidad. Sin embargo, se ha prestado menos atención a aquellos actos y prácticas que se generan en la cotidianidad, ámbito que reproduce y produce un orden político-social.

El artículo “La juventud y el pasado reciente de Chile. La (des)politización como política de memoria cotidiana” (noviembre 2022), indaga en  cómo  las y los jóvenes conciben y desde qué lugares configuran el pasado. Para ellos se realizaron entrevistas en profundidad y observación de recorridos cotidianos de 33 jóvenes de entre 18 y 23 años, pertenecientes a diferentes estratos socioeconómicos, distintas posiciones ideológicas y diversos vínculos con la represión durante la dictadura militar.

El estudio impulsado por la investigadora postdoctoral de VioDemos, Alicia Olivari, junto a María José Reyes, Svenska Arensburg y Patricio Caviedes, recoge que una de las situaciones cotidianas que más relatan las/os jóvenes al respecto son las conversaciones con integrantes del núcleo familiar. En los encuentros alrededor de la mesa, viendo televisión o en reuniones familiares es posible escuchar y/o comentar historias y posiciones respecto de lo sucedido.

Estas instancias permiten la vinculación con el pasado reciente de dos formas: por una parte, cuando en los intercambios se produce una disputa entre diferentes posiciones político-ideológicas, es decir, cuando el pasado se constituye en conflicto; y por otra parte, cuando el pasado irrumpe en forma de anécdotas y emerge como parte de la historia familiar o personal de alguno de sus integrantes.

En muchas de estas ocasiones, los jóvenes son considerados como una voz poco legítima para recordar un pasado no vivido directamente. Aún así, desde el estudio se hace hincapié en que la memoria se construye de acontecimientos vividos personalmente, de acontecimientos “vividos indirectamente”, así como de aquellos que no se sitúan en el espacio-tiempo de una persona o grupo.

Alicia Olivarí explica que “se podría pensar que junto a la familia, o por sobre ella, podrían estar los medios de comunicación o los relatos oficiales sobre el pasado (libros, documentales, museos, etc.). Hay muchos estudios sobre transmisión en las escuelas como un primer canal de aprendizaje sobre lo sucedido”.

Y puntualiza: “Que la familia aparezca como lo preponderante no es solo relevante por una «supuesta» novedad de ese espacio de transmisión, sino también por cómo los/las jóvenes se posicionan evitando el conflicto y cuáles podrían ser sus efectos, como que el pasado se quede en la esfera íntima y no trascienda al espacio público donde es posible debatir”.

Otro de los hallazgos que el estudio revela es que entre las/os jóvenes convocadas/os hay algo común: la forma en la que se refieren al pasado. No es desde una narración densa de personajes, con una articulación temporal que permite establecer claramente tramas y conflictos, más bien nos encontramos con fragmentos acotados y circunscritos que toman forma a través de particulares significantes y/o anécdotas familiares.

“No apelan a partes historificadas, y por tanto, ajenas y distantes a las trayectorias cotidianas de las/os jóvenes, sino más bien a fragmentos vívidos que, de algún modo, se asientan e inscriben en la experiencia cotidiana”, se describe en el artículo.

Si bien estos factores en su conjunto han implicado despolitizar la memoria entre jóvenes, los resultados de esta investigación concluyen que potencialmente se ha instalado también una politización desde la cotidianidad. Las formas comunes de recordar el pasado reciente por parte de las nuevas generaciones, desde fragmentos y anécdotas, tienen la potencia de estar aún conectados con su día a día, posibilitando posiciones más activas respecto a la disputa del pasado.

Por otro lado, si entendemos a la conversación como un intercambio a través del cual se acogen las distintas experiencias, podría ser considerado una forma donde es posible “habitar” el pasado reciente, facilitando la reflexión y diálogo respecto al presente y lo que está por venir. Se recalca la importancia de abrir las conversaciones al ámbito público, más allá del círculo familiar, tal como se ha impulsado a propósito de la revuelta de octubre de 2019, pues allí las/os jóvenes pueden tomar posición y hacer de lo que se recuerda un asunto que permita reflexionar sobre la sociedad que vivimos y apostar por la que queremos vivir.

Les invitamos a leer el artículo en VioDemos.