Actualmente la inseguridad ciudadana es una problemática de creciente interés en nuestro país, un tema “trending” que se ha instalado en las agendas públicas, los medios de comunicación y las redes sociales. Por lo mismo, y dado el alcance del mismo, es importante analizar la temática con un componente de género.
Esa fue la apuesta del Taller para periodistas “Medios, Miedo y Género: la movilidad urbana amenazada”, instancia que compartió hallazgos y planteó distintas aristas respecto a la movilidad de las mujeres hoy. Organizado por el Instituto Milenio VioDemos junto al Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS), la actividad reunió a investigadoras de Chile y Argentina que expusieron investigaciones y compartieron experiencias junto a las asistentes, para entregar herramientas para sus coberturas periodísticas.
Movilidades inseguras y género: estudio espejo Baires y Santiago
Brenda Focás, investigadora de la Universidad Nacional de San Martín en Argentina, abrió la jornada con un estudio sobre los distintos factores que afectan a la percepción de inseguridad y la construcción social del temor en jóvenes de la capital chilena y argentina.
Uno de los primeros resultados que arrojó la investigación es que en ambas ciudades las mujeres experimentan la movilidad con temor e inseguridad, y en su mayoría, estas percepciones son alimentadas por experiencias propias o cercanas, ya sean de familiares o conocidos. A esto se suma una segunda fuente, de carácter mediático: las noticias.
“Las noticias tienen una alta incidencia en la forma en que las mujeres perciben los espacios públicos. De hecho, existe una tendencia a no exponerse más de lo necesario a noticias, especialmente por televisión, dado que les produce ansiedad. Ante esto, y como medida de autocuidado, sus principales fuentes de información están principalmente en redes sociales”, indicó Focás.
Otro de los temores más frecuentes se dan en el transporte público, donde el acoso callejero es una alerta permanente. “Casi todas las chicas que entrevistamos confesaron estar expuestas al acoso. Y en la mayoría se revela cierta prevención incorporada, ya que se ha construido una mirada crítica respecto a estas situaciones, donde se evidencian cambios corporales e incluso de actitud en las mujeres”, explica la investigadora.
Para gestionar la inseguridad, las jóvenes han incorporado distintas técnicas y herramientas digitales a su vida cotidiana, donde destacan aplicaciones para trasladarse, compartir la ubicación en tiempo real y planificar los viajes. Así, el uso de apps como Didi, Uber y Cabify fue la característica de mayor seguridad arrojada por el estudio.
A su vez, la tensión entre centro-periferia también es determinante, especialmente al salir de noche. “Prefiero no salir” es una de las frases más escuchadas. Y en el caso de no poder evitar ciertos lugares que causan inseguridad, suelen pedir que algún conocido/a les vaya a buscar, aunque este acompañamiento se ha visto reemplazado por la ubicación en vivo.
En conclusión, cómo moverse en el entramado urbano se volvió una preocupación fundamental, por encima de la comodidad, el tiempo de traslado o los costos de estos servicios. La transmisión del temor y cuidado de manera intergeneracional es especialmente desde el linaje materno, es decir, madres, abuelas, tías o hermanas, quienes han experimentado el miedo en primera persona y que buscan advertir a las más jóvenes. “En este sentido, las chicas nacen conociendo sus limitaciones y peligros, y por lo mismo toman decisiones estratégicas al respecto”, sentenció Focás.
Entre el polvo, la inseguridad y el aislamiento: movilidades de mujeres cuidadoras de campamentos
Alejandra Rasse, académica de la Escuela de Trabajo Social UC e investigadora de CEDEUS, abordó la problemática de la movilidad desde la mirada de mujeres que habitan en la periferia, que ven cómo sus labores cotidianas y las características de su entorno las llevan a situaciones de confinamiento.
La vida en campamentos implica situaciones particulares, marcados por una habitabilidad precaria y la falta de acceso a redes, servicios e infraestructura. El 40,7% de la población femenina se dedica al cuidado de niños, aumentando dos o tres veces más la carga doméstica. A esto se suman las dificultades que enfrentan en su entorno familiar, habitacional, social y particularmente frente a la ciudad.
Estas condiciones son determinantes para la movilidad de aquellas mujeres, quienes con más de un hijo deben atravesar largos trayectos no pavimentados y poco iluminados para llegar a centros de salud, comercios o espacios de recreación. El polvo, sudor y la lluvia son las huellas de su caminata, y por lo mismo, sufren al discriminación al trasladarse por la ciudad.
Si bien el campamento es concebido como un lugar tranquilo en el marco de una vida marcada por situaciones de violencia de género, afuera de este todo queda lejos. Representa un verdadero desafío, dado que se requiere tiempo, dinero y organización de cuidado, que lamentablemente pocas veces se da.
Todo esto provoca un profundo desincentivo a la movilidad y la articulación, generando situaciones de aislamiento. En este sentido, para Rasse, la movilidad debe ser entendida como una práctica social, un vínculo entre lo individual y lo estructural: “Mi trayecto personal y mis intereses se cruzan con la ciudad y sus características estructurales. Por lo tanto, la desigualdad que enfrentan los sujetos para moverse por sus calles son desigualdades estructurales, económicas, y por supuesto, también de género”.
Seguridad y transporte público
Frente a esta temática, Beatriz Mella, Directora del Centro de Investigación Urbana para el Desarrollo, el Hábitat y la descentralización (CIUDHAD) de la Universidad Andrés Bello, presentó un estudio que se pregunta por cómo están actuando las instituciones y actores relevantes ante la constante situación de inseguridad de las mujeres en el transporte público, quienes siguen siendo las principales usuarias del sistema.
“Hay un aumento de la densidad poblacional, y por ende, de los desafíos para la movilidad en los desplazamientos diarios, los cuales están marcados por brechas económicas, culturales, educativas y sociales, a las que se suman las demandas emergentes relacionadas con la brecha de género”.
Por lo mismo, Mella se pregunta: ¿cómo ha ido evolucionando en la política pública la perspectiva de género? En el marco de la estrategia nacional de movilidad, se evidencian transformaciones que los tomadores de decisión y profesionales ven en torno a la seguridad personal, infraestructura, conciencia y comunicación. “Hay un entorno construido por parte de las mujeres en el uso de la acera, en la movilidad diaria y en los esquemas de comunicación ante sensaciones de peligro”, señaló la investigadora.
Las respuestas de la política pública se han enfocado en ampliar la consciencia de la problemática, abordando las diferentes escalas y dimensiones territoriales, e integrando nuevas tecnologías en los paraderos (como imágenes, más luces y botones de pánico). Sin embargo, “los estudios indican cómo el espacio contextual no cambia a pesar de los cambios estructurales que se puedan hacer en las calzadas. Por lo mismo, a pesar de que estas medidas han logrado disminuir la sensación de inseguridad, siguen siendo insuficientes para abordar la problemática”.